miércoles, 22 de mayo de 2019

Me gustan los finales felices

Me gustan los finales felices, no confundir con los finales Disney: esos finales empalagosos, edulcorados y en tonos pastel que hacen que te suba la diabetes aunque hace 3 años que no te comes un triste caramelo. Esos no los aguanto.
Simplemente felices, no para siempre, pero felices.
Esos finales que tienen continuación, siguen al día siguiente, a los 15 días o al año y no sabes como acaban.

Esos finales que empiezan tras una llamada, un mensaje, un reencuentro, en los que fingimos que no ha pasado nada, quizá sí ha pasado, pero da igual.

Descalzos en el parque

Como el final que me invento en Casablanca, siempre espero que Rick se quede con Ilsa y salven juntos al mundo después de cenar (Rick, vida, hay tiempo para todo) o el final de Con faldas a lo loco, dónde nadie es perfecto.
Los finales felices que no tienen final.
Hay un final feliz muy bonito, ese que llega por sorpresa y sigue al día siguiente y al otro, y al otro.
Esos finales felices.



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